✖️

Podemos leernos también en http://nsgritandoensilencio.blogspot.com.es/, donde hablo de todo sobre nada y gritamos un poco en silencio.

viernes, 3 de enero de 2014

•"Tan solo una salida" {Capítulo 34}.

(Cap anterior abajo) 

...}

Él asiente y acompaña a sus dos amigos a fuera, yo no muevo un músculo hasta que escucho el sonido de la puerta, y entonces Justin abre los ojos, que ahora parecen dos tonos más oscuros que hace un segundo.
Me mira en silencio y yo tampoco soy capaz de decir nada. Seguimos a escasos centímetros y ahora puedo notar que su rostro es algo diferente. Dos medias lunas oscuras en forma de ojeras le dan un aspecto cansado y abatido, su cara está más delgada y al bajar la mirada hasta su cuerpo noto que también sus músculos han perdido volumen.

-Justin… -murmuro inconscientemente.
-No me dejes –susurra.
-¿Qué?

Tardo un momento en entender sus palabras y entonces noto un nudo en el estómago que me estrangula.

-Vas a dejarme… -musita.
-Tu…
-Lo siento –su voz se quiebra y noto como sus ojos brillan- siento haber tardado en sacarte de aquí. Siento haberte fallado…
-Justin, no…
-Perdóname –susurra de nuevo casi contra mi boca, y en esta ocasión sus manos buscan las mías a ciegas hasta que las envuelve entre las suyas- no puedes dejarme –la forma en la que me mira hace que mi corazón quiera salirse del pecho. Duele.
-No voy a dejarte –logro decir de la forma más convincente posible.

Él alza las cejas y sus labios dejan de tensarse mientras aprieta más mis manos.

-¿No?

Tardo un segundo en responder y otro pinchazo ataca mi pecho.

-No… a menos que tú quieras hacerlo.

Justin me mira sin comprender lo que estoy diciendo, como si fuera la primera vez que escucha un nuevo idioma.

-¿Qué?
-No voy a culparte si lo haces…

Él suelta nuestras manos y ambas caen colgando a nuestros costados.

-¿Qué estás diciendo, maldita sea?
-Yo…
-¿Cómo puedes si quiera pensar que querría alejarme de ti?

Sus ojos se oscurecen un tono más, casi parecen negros tras sus pestañas, y entonces suspira dejando escapar una agonía interior.

-No lo sé.
-¿Qué pasó, Sweden? –Alza ahora sus manos entre nosotros, pero sin llegar a tocarme- ¿Por qué de repente… me dijiste que no querías que viniera? ¿Qué es lo que hice mal? Yo… maldita sea. Te quiero.

Mis ojos se llenan de lágrimas y lucho por mantenerlas dentro.

-Ni siquiera sé que está pasando, Justin.

Él baja la mirada hasta mis labios y un segundo después vuelve a alzarla hasta mis ojos.

-¿Quién es ese tío?

Su pregunta choca en mi subconsciente tan fuerte que me pierdo en la nada lo que parece una eternidad.

-¿Ian? –hago una mueca.
-Ian –repite su nombre con asco.
-Es un amigo…
-¿Ahora tienes amigos aquí dentro, Sweden? –bufa.
-¿Qué te pasa?
-Creía que querías salir de aquí y de repente entro y te veo acostada en la cama con ese imbécil –tuerce la boca, buscando contención- dime Sweden, ¿Qué me he perdido?
-No te has perdido nada, maldita sea –espeto indignada comprendiendo lo que ocurre- ¿Crees que Ian y yo…
-No lo sé, dímelo tú –acusa.

Alzo la mano para delimitar el espacio que nos separa y retrocedo otro paso más.

-Esto es increíble –digo, intentando no perder la calma.
-¿Lo es?
-¡Justin! –Grito- ¡Somos amigos!
-¿Por eso no querías que viniera, Sweden? –murmura.
-¿Estás celoso? –pregunto, sacudiendo la cabeza en busca de algo de lógica.
-¡He venido desde el jodido culo del mundo para buscarte a pesar de que me has mandado a la mierda y te encuentro con ese tío… y además tiene los cojones de ponerse delante de mí y decirme que no puedo hablar contigo! –Grita, perdiendo los nervios- ¡Estoy malditamente celoso porque no sé lo que está pasando!
-¡Te lo he dicho! –Grito intentando sonar por encima de él- ¡No se qué demonios te pasa! –las lágrimas caen entonces por mis mejillas y Justin se queda en silencio al darse cuenta de que esto se nos ha ido de las manos.
-Está bien… -murmura ahora demasiado bajo- lo siento, solo… solo dime que no me has olvidado.

Su mirada se hace más tierna y suspira, recuperando el control perdido.

-No lo he hecho. Nunca podría hacerlo.
-Entonces dime, ¿Por qué no querías…
-Porque tú no me necesitas –suelto, cortándolo.

Sus ojos se abren como platos y me mira como su acabara de darle una bofetada.

-¿Qué estás diciendo?
-Tu… esa… Natalie… -espeto- parece que estás ocupado. Nueva gira, nuevos viajes, nuevas compañías. Nunca contestas al teléfono porque ella lo hace por ti, eso está bien. Pero yo… -las palabras se me atragantan e intento coger aire para soltarlas- yo no puedo… simplemente…
-Eh, eh, eh –alza las manos y las pone a ambos lados de mi cara para obligarme a mirarlo- espera un momento.
-No, no quiero esperar más, esto no va a ninguna parte, yo…
-Te estás equivocando.

Sus manos acarician mis mejillas húmedas y ahora una sonrisa ocupa su cara.

-¿Estás riéndote? –digo, apartándome de golpe, por lo que sus manos quedan vacías.
-Sweden, escúchame –intento darle la espalda pero Justin agarra mi mano y tira hacia él. Nuestra nariz vuelve a rozarse y él susurra- Natalie trabaja para mí, está en el tour. Lleva dentro del equipo aproximadamente un mes y aún no controla del todo las cosas. Ella es quien tiene que concertar fechas y entrevistas y por eso tiene mi teléfono y también el de Scooter –su sonrisa se hace más amplia al ver que no intento alejarme y continúa- tu sabes que tengo dos teléfonos, ambos son iguales. Estaba en los ensayos y ella lo escuchó sonar, simplemente descolgó pensando que era el otro. –Sus ojos vuelven ahora a estar del color de la miel y sé que no miente-  Ahora he cambiado la carcasa.

Proceso poco a poco la información e intento reaccionar.

-Pero estabas…
-He tenido que trabajar en algo para no volverme loco, Swed –musita- joder, necesitaba mantenerme ocupado para no pensar, no dormía, no podía comer, estaba muriéndome sin saber qué pasaba. Moví cielo y tierra pero nadie me decía nada. Estabas bajo los servicios sociales y no teníamos derecho a investigar. Contraté abogados, detectives, incluso un jodido paparazzi para que siguiera a esos perros –bufa- ¡Un paparazzi! ¡Yo odio a los paparazzis! –Mi mirada se relaja y entonces suspira- simplemente estaba esperándote, sabía que ibas a encontrar la manera de contactar.

El rubor sube hasta mi cara y noto como mis mejillas se calientan. Esto es ridículo, una vez más… estaba equivocada.

-Lo siento, pensé que…
-¿Qué te había olvidado? –Ríe- dios santo, nena, no tienes ni idea de lo que he pasado. Me enamoré de ti. No sé cómo ni por qué pero me enamoré –susurra- y ahora te necesito para vivir.

Da un paso hacia mí y esta vez me quedo inmóvil. No me alejo ni tampoco intento detenerlo. Él espera a que responda y entonces acorto la distancia que nos separa. Él sonríe y pone las manos de nuevo sobre ambos lados de mi cara, junta su frente contra la mía y susurra.

-Siempre fuiste tú.

Sonrío, incapaz de hacer otra cosa, el calor que su cuerpo me transmite me hace querer abalanzarme sobre él, pero en vez de eso levanto los brazos y lo abrazo con todas mis fuerzas, él posa una mano en mi cadera y con la otra levanta mi barbilla para que nuestros labios se miren. Suspira una vez más y entonces me besa, lenta y delicadamente. Saboreando cada instante. Noto la suavidad de su boca contra la mía y no puedo evitar que una lágrima corra por mi mejilla porque lo he echado de menos. Todo él. Cada parte de su ser. Su beso se hace más intenso y entonces su respiración se agita, sé lo que quiere por lo que abro mi boca para dejarle entrar en ella y cuando nuestras lenguas se rozan deja escapar un gemido. Sonrío y entonces me aprieta más contra su pecho, como si necesitara entrar, como si nunca fuera suficiente, como si quisiera acabar con cada molécula de aire que se interpone entre nosotros. Quiero dejarme llevar, quiero dejarle traspasar mi piel. Estoy a punto de pedírselo cuando de repente la puerta se abre y me obligo a separarme a pesar de que él se resiste al principio. Finalmente se aleja a regañadientes pero no deja de clavar sus ojos en mí. Yo miro hacia la puerta y veo a los tres chicos nerviosos observándonos.

-Sweden –dice Tresh- están buscándolo.

Tardo un segundo en comprender y entonces mi pecho se contrae.

-Mierda –digo. Miro a Justin, pero él sigue observándome con una sonrisa.
-Tenéis que…
-¿Estás bien? –dice Ian dando un paso hacia delante y cortando a Tresh, quien le lanza una mirada de odio.
-Claro que están bien, idiota –espeta ella- ¿no los ves?

Ian los ignora y avanza hacia mí, pero al notar que Justin se tensa a mi lado extiendo la mano para que se detenga. Éste lo hace y mira a Justin con cautela, que lo mira con ira contenida sin ningún rastro de su anterior sonrisa.

-Chicos –interviene Tresh rompiendo la tensión formada- vuestras peleas de gallitos ahora mismo no son nuestro mayor problema –bufa- tenemos a tres guardias buscando a este chalado y dudo que quieran invitarnos a una cerveza cuando nos encuentren.

Yo la miro pero ella sonríe. Treshboth, la que sabe quitar drama a los desastres colosales. Justin coge mi mano y tira de mí hacia la puerta.

-Vamos, mi madre y Scooter están esperando fuera –anuncia- solo hay que salir de aquí.
-Justin –digo, tirando de él para que frene- espera.
-¿Qué ocurre?
-No puedes sacarme de aquí por la fuerza o mañana volveré a estar encerrada.
-Te dije que vendría a por ti y he venido. Ahora voy a sacarte de esta jodida cloaca y te llevaré conmigo.
-Todo es muy emocionante –interviene ahora Mark- pero lo cierto es que Sweden tiene razón. Si se escapa volverá, y entonces será peor.

Justin le lanza una mirada asesina al chico pero después suspira.

-¿Y qué hacemos?

Todos guardamos silencio durante unos interminables minutos y entonces algo dentro de mi cabeza se ilumina.

-Está bien –digo, y automáticamente todos los ojos se clavan en mi- la única forma de salir de aquí es con la autorización de un tutor ¿cierto? –Miro a Tresh- el único modo es que alguien…

Intento acabar la frase pero antes de poder hacerlo Justin suelta mi mano y la introduce en el bolsillo de su pantalón. Extrae el móvil y marca un número. Acto seguido comienza a caminar de un lado a otro de la habitación y tan solo puedo escuchar algunas palabras de su conversación.

“Si… no… necesito que entres… si… exacto… ¿lo tienes? Perfecto… avísame cuando esté arreglado… gracias”.

-¿Qué está pasando? –Murmura Mark, desorientado- todo esto es muy confuso.
-Está bien, necesito algo de tiempo. Unos diez minutos. Creo que será suficiente –anuncia Justin- ¿podéis mantenerles ocupados hasta entonces? –dice, dirigiéndose hacia los tres, pero centrando su mirada en Tresh, tal vez porque salta a la vista que es el cerebro del grupo, o tal vez porque es la única a la que no arde en deseos de partirle la cara.
-¿Lo dudas? –bufa ella.

Tresh agarra a los dos chicos del brazo y los arrastra hasta el pasillo. Antes de cerrar la puerta Ian se vuelve y me mira.

-Sweden… -musita.
-Está bien Ian, ve –sonrío para intentar darle tranquilidad.

Él suspira y cierra la puerta dejándonos solos de nuevo. Justin y yo. Una vez más solo nosotros y nadie más en el mundo.

-¿Qué has hecho? –pregunto, cogiendo de nuevo su mano y tirando de él hasta llegar a la cama, donde ambos nos sentamos, mirándonos de frente y a pocos centímetros.
-He llamado a… -se detiene de golpe frunciendo el ceño- espera. No quiero volver a cagarla, Swed, pero… -suspira- ¿puedes repetirme qué pasa con ese tío? Está pidiendo a gritos que le patée el culo.

Yo sacudo la cabeza y lo miro directamente a los ojos.

-¿Por qué no puedes dejar los celos a un lado, Justin? Dentro de unos minutos nos iremos y todo esto habrá acabado.
-¿Pero tú quieres… irte?
-Quiero ir a donde tú vayas.

Su rostro se relaja y clava la mirada en nuestras manos entrelazadas.

-No soy perfecto. Nunca lo he sido y nunca lo seré –murmura- pero te quiero como no quise a nadie en mi vida, tanto que duele.
-¿Qué te hace pensar que yo no siento lo mismo?
-¿Te ha besado? –alza la vista cansado.
-Justin…
-Por favor… solo responde. Si o no.

Noto que la angustia lo llena desde dentro y siento la necesidad de quitársela. De que vuelva a la paz. De que sonría.

-No.

Sus ojos encuentran los míos y sonríe.

-Lo siento.
-Te dije que solo somos amigos, ¿por qué lo dudas?
-Puede que para ti solo sea eso, Swed, pero he visto como te mira –hace una mueca- y también como me mira a mí. Me odia. Realmente me partiría la boca si pudiera –sonríe- porque yo te tengo y él no.
-Nunca tuvo una oportunidad –musito- tampoco lo intentó.

Mi mente viaja durante un segundo en un repaso por los días que hemos compartido y me doy cuenta de que lo que notaba raro en él era que siempre tenía una sonrisa cuando estábamos juntos mientras que estando con los demás, pero…

-No puedo culparlo –ríe para sus adentros- eres increíble.
-Justin…
-Me has dicho que por qué estoy tan celoso si únicamente sois amigos.
-Sí.
-La respuesta es… -Toma aire y lo expulsa lentamente- que tu y yo también empezamos siendo solo amigos, y ahora te has convertido en mi vida.

Sus palabras me alcanzan desprevenida y me quedo mirándolo en silencio buscando algo que pueda tranquilizarlo, pero lo cierto es que tiene razón. En algún momento nosotros no éramos nosotros, sino él… y yo. Sonrió ante la idea de que ahora seamos una única palabra.

-Mírate ¿ves a lo que me refiero? –Suspira- tantas sonrisas en el mundo y la tuya es la única que me enamora.
-Por Dios, Justin –murmuro- sabes que soy tuya.

Su sonrisa se hace más amplia y se inclina dándome un beso sobre la frente.

-Me encanta que digas eso.
-Bien, porque es la verdad.

Él me mira fijamente durante un rato y nadie dice nada. Finalmente pasa sus brazos hasta mi espalda y me envuelve entre su pecho.

-Odio la idea de que alguien más te tenga.

Cierro los ojos y asiento, sabiendo perfectamente a qué quiere referirse, pues ese mismo pensamiento me inundó la mente y arrancó la respiración de mis pulmones cuando Natalie apareció.

-Eso es algo por lo que no tienes que preocuparte, Justin.
-A veces me pongo a pensar ¿sabes? –Dice, ignorándome, perdido dentro de su cabeza- y me da miedo. Tengo miedo de que mires a otra persona y encuentres lo que no puedes encontrar en mi –su voz suena rota- algo mejor.
-No hay nada mejor que tú.
-Lo hay. Hay normalidad, hay estabilidad, hay la opción de amar a alguien sin tener miedo a lo que pasará cuando os despidáis, de si podrás verle al día siguiente, de cuál será la próxima vez que tengas que pelear para que todo salga bien, para que no os destruyan.
-Eh, escúchame –digo, deshaciéndome de su abrazo y agarrando su cara entre mis manos para obligarlo a que mire a mis ojos- No hay nada de interesante en lo normal. Elegí amarte a ti sin importar lo que pasara. Sabía quien eras y sabia donde me estaba metiendo, pero te quiero, a ti, simplemente tú.

Su sonrisa aparece en su cara, esta vez con un atisbo de paz en sus ojos. Abre la boca para decir algo, pero entonces la puerta vuelve a abrirse a la vez que su teléfono suena. Ambos nos ponemos en pie, él descuelga el teléfono y comienza a andar, pero se detiene cuando mi mano no avanza con él.

-¿Swed?
-¿Puedes esperar un momento en el pasillo? –Digo, mirando a los tres chicos que me observaban ahora serios en la entrada- necesito arreglar unos asuntos –Justin sonríe y cierra la puerta tras él.

Y allí me encuentro, plantada frente a las únicas personas que he podido considerar alguna vez amigos. A los únicos que han estado ahí cuando hasta la esperanza me abandonó. Avanzo hasta ellos y veo en sus ojos la tristeza. Saben que es el final, pero a pesar de ello me niego a aceptarlo.

-Volveremos a vernos –afirmo- lo prometo.
-Oh dios, maldita chica nueva –musita Tresh echándose a llorar.

Acto seguido ella se abalanza sobre mí envolviéndome entre sus brazos y los otros dos chicos no dudan en seguirla. Y así, nos encontramos más juntos que nunca momentos antes de estás más lejos de lo que podamos imaginar alguna vez. Me obligo a separarme, pues odio las despedidas, y los miro por última vez.

-Os voy a echar de menos –susurro- no me olvidéis ¿vale?
-Imposible, nena –sonríe Mark.

Ian sin embargo se mantiene alejado, en silencio y con la mirada fija en el suelo sobre sus zapatos.

-Maldita sea, no puedo con esto, –gime Tresh- llámame ¿quieres? O iré a buscarte y te daré una patada en el culo.
-No tienes mi número –río.
-Ian tiene el de tu novio, que por cierto es Justin Bieber, maldita sea –bufa ahora- no sé cuando pensabas decírmelo.
-¿Importaba?
-¡Es Justin Bieber! –grita, indignada.
-Está bien, vale –río, y volvemos a abrazarnos.

Tresh sale de la habitación y Mark la sigue. En cambio Ian se queda donde estaba. Suspiro y cuando escucho la puerta cerrarse me acerco hasta él.

-Eh, ya lo has oído, estaremos en contacto.

Él alza los ojos y me busca.

-Realmente esto es una jodida mierda –se queja.
-Ian…
-Está bien –murmura- ya que te vas… -se calla durante un momento y después vuelve a coger aire, como si estuviera peleando con su cabeza- al diablo, voy a soltarlo –da un paso adelante y agarra mi mano- Mira Sweden, antes de que pusieras un pie en este maldito sitio era un desgraciado. No tenía esperanzas, no tenía ilusiones… -sus labios se tensan y se detiene para aclarar las ideas- odio dar discursos así que iré al grano. Me has devuelto las malditas ganas de vivir. Te debo mucho ¿vale? Y… Dios mío, sé que soy un egoísta pero ahora mismo juro que saldría ahí, mataría a tu novio y te mantendría aquí para siempre.

Sus declaraciones hacen que mi cerebro entre en una explosión de ideas y pensamientos y me quedo paralizada. No quiero creer que está diciendo lo que está diciendo y rezo para que se detenga ahí, pero no lo hace.

-Me gustas –susurra- me gustas mucho, pero creo que eso ya lo sabes.

Instintivamente doy un paso hacia atrás al notar de repente nuestra proximidad y me pongo tensa. Él se ríe y sacude la cabeza.

-Lo sé, lo sé. No vas a quedarte por mi –musita- estás enamorada de él.
-Siempre fue él, Ian.

Él junta las cejas en una mueca y aprieta los labios.

-Es un jodido idiota con suerte –suelta, y después avanza hasta acortar nuestra distancia y extiende sus manos para envolverme en un abrazo. Al principio mi cuerpo se tensa por la sorpresa y la cautela, pero entonces me doy cuenta de que él es un verdadero amigo, de que es Ian.
-Sé feliz ¿vale? –me pide.
-Solo si tú lo eres.


Cierro la puerta a mi espalda y al escuchar el ruido Justin se incorpora. Guarda el teléfono en su bolsillo, el cual permanecía apagado por lo que supongo que únicamente daba vueltas entre sus dedos. Me mira y se acerca cautelosamente.

-Tardaste mucho –dice.
-Fueron buenos amigos –murmuro- tenía que despedirme.

Él coge mi mano y comenzamos a caminar por el pasillo.

-¿Qué te dijo él?

Lo miro con el ceño fruncido pero sé perfectamente a quién se refiere y lo que quiere oír, sin embargo lo pienso durante un momento y prefiero que Justin no sienta el impulso de volver y darle un puñetazo ¿Para qué pelear si podemos matarnos a besos? En su lugar, simplemente digo:

- Que tendrá que enfrentarse solo a Mark y Tresh en Crash Spot de aquí en adelante –sonrío- y es un coñazo porque yo era muy buena.


Recorremos los viejos y desgastados pasillos del edificio sin señal de ningún guarda. Me pregunto como habrán conseguido librarse de ellos y entonces suelto una carcajada, porque al fin y al cabo… son mis chicos.

-No me respondiste –digo, mientras cruzamos el último pasillo hasta la puerta.
-¿Sobre qué?
-No me has dicho que piensas hacer para que podamos salir.

Él sonríe y giramos una vez más. Llegamos al mostrador y Justin aprieta mi mano para transmitirme tranquilidad. En ese momento observo que una mujer de baja estatura y pelo castaño está rellenando unos papeles mientras la señora tras la pantalla del ordenador la observa. Entonces la reconozco.

-Oh… simplemente mi madre será tu tutora –dice, con una voz totalmente tranquila y segura.

La mujer entrega los papeles y se vuelve hacia nosotros con una sonrisa. Avanzamos hasta ella y Justin le pone una mano sobre el hombro en señal de agradecimiento. Entonces ella me mira directamente a los ojos y sonríe.

-Me alegro de verte, cariño –dice ella con un tono dulce en su voz.

-Hola, Pattie –sonrío- no sabes cuánto te eché de menos.
----------------------------------------------------------------------------------
RT aquí  si leíste los dos nuevos capítulos de TSUS. Siento haber estado tanto tiempo sin publicar, pero intento escribir cuando puedo y últimamente me cuesta escaparme para hacerlo. Quería aclarar que no he dejado la novela y tampoco lo haré. Tendrá un final, así que solo... tened paciencia. Estaría bien que comentarais en twitter o aquí si os ha gustado, viene bien saber que seguís aquí. Gracias. 

•"Tan solo una salida" {Capítulo 33}.


-Ese teléfono está trucado para que el número no quede grabado y tampoco pueda recibir llamadas, se usa en todo el orfanato –suspira- es la moneda de contrabando y cambian a menudo la tarjeta.
-Pero él…
-Lo sé –se gira, dándose por vencida, pues sabe que no va a volver a dormir- por eso me pareció extraño, claro que con conocimientos y un buen hacker…
-Ryan –susurro.
-¿Qué?
-Nada –finalizo- ¿tienes hambre?
-En realidad tengo sueño –espeta, y se da la vuelta tapándose la cabeza con la sábana.


Tres horas más tarde, las cuales he pasado yendo de un lado al otro de la habitación, estamos reunidos en el comedor. Inconscientemente no dejo de mirar la puerta a pesar de que sé que las posibilidades de que él entrara por ella serían de una entre cien mil millones. Ni siquiera estoy segura de que vaya a venir, o de si podrá lograr que lo dejen pasar. Sea quien sea, incluso para Justin Bieber, esto es una cárcel y nadie entra ni sale sin autorización. Aun así la vida ha vuelto dentro de mí y podría correr siete mil kilómetros hasta Los Ángeles para buscarlo. Realmente podría hacerlo. Ahora sí.

-Oye, ahora que has resucitado –dice Tresh- ¿por qué no hacemos algo?
-¿Algo? ¿Cómo qué? –Pregunto- dudo que aquí hayan cines o centros comerciales.
-Podríais… -interviene Mark con voz temblorosa, ha estado raro desde nuestro incidente el otro día, el cual no se ha vuelto a mencionar- tal vez podríais pasaros por nuestra habitación. Tenemos un par de consolas escondidas por ahí.
-¿Todos aquí tienen su mercancía ilegal o qué? –Río, y de repente todos se giran para mirarme- ¿Qué? –pregunto.
-Te has reído –murmura Ian- es agradable.


El día, para mi sorpresa, estaba pasando muy rápido. Durante toda la mañana Mark y Tresh desaparecieron en sus correspondientes clases, y a pesar de mis escusas Ian insistió en hacer algo juntos pues no dejaba de repetir que mi cambio de humor repentino debía deberse a algo y estaba dispuesto a averiguar el qué.

-Te digo que no –río mientras ambos estamos tirados en el césped del jardín del bloque B.
-Dilo, no puedes mentirme –afirma Ian, con una sonrisa de oreja a oreja.

Lo miro fijamente y entonces me doy cuenta de que casi no puedo reconocerlo. A penas han pasado unas semanas desde que lo conocí y por algún motivo está demasiado distinto. Hay algo… luz en su cara. Sus ojos tienen vida cuando antes estaban vacíos, y me pregunto si eso mismo es lo que él verá en mí.

-¿Qué? –dice, frunciendo el ceño al darse cuenta de que mi mente está lejos de allí.
-Es agradable verte reír… y hablar.

Él hace una mueca y por un momento me tenso temiendo que el comentario haya podido molestarlo, pero entonces suelta una sonora carcajada y pone la mano sobre mi hombro.

-Bueno, sé que no he estado muy hablador hasta hace unos cuantos días –murmura- pero tendrás que perdonarme.

Suspiro aliviada y apoyo mi mano sobre su hombro en imitación.

-Tendrás que perdonarme tú por haber estado escondida debajo de la cama las últimas semanas.

Ambos volvemos a reír y por primera vez en mucho tiempo siento que conecto realmente con alguien, que no estoy sola… no tanto como creía.

-¿Vas a responder ahora o tengo que pedir cita para dentro de unos días?
-¿Qué? –murmuro, alzando la vista para encontrarme con sus ojos insistentes.
-Lo que te ha ocurrido para que vuelvas a estar viva.
-Mmmm –me llevo la mano hacia la barbilla y pongo gesto pensante- no estoy segura.

Ian me da un codazo y ambos nos caemos hacia atrás. Siento entonces que el sol me roza la cara y giro la cabeza para verle a él boca arriba con las manos tras la cabeza y los ojos cerrados. Las cosas están cambiando. La vida parece volver a filtrarse en nuestra piel.

-Puedo ser muy perseverante –murmura aún con los ojos cerrados de cara al cielo.

Me quedo un momento en silencio y entonces suspiro.

-¿Recuerdas aquella conversación? –digo.
-¿Cuál exactamente? ¿La que tuvimos mientras estaba sentado en la barandilla mirando hacia el infierno o la de cuando estaba tirado en el suelo meándome en los pantalones del miedo?
-La que tuvimos al día siguiente –digo, levantando el extremo de mi boca en una mueca, no me gusta recordar aquella noche. Ni lo que él estaba a  punto de hacer… ni lo que a mí se me pasaba por la cabeza antes de eso.
-Ajam…
-No lo recuerdas –bufo.
-Claro que sí –me acusa- dijiste algo sobre que estabas sola porque el amor de tu vida y príncipe sobre caballo blanco y espada te había abandonado…
-Cállate –espeto.
-Vale, vale, está bien –abre los ojos y me mira, ahora con el rostro serio- si, lo recuerdo. Estabas bastante jodida.
-Pues parece que tenías razón.
-Claro que sí –asegura- Te dije que si de verdad te quería vendría a por ti, y déjame adivinar… lo ha hecho.
-No aún.
-¿Cuándo lo hará?

Alzo la vista y observo pacientemente como las nubes siguen su camino cambiando de forma cuando el aire las alcanza. Pasan unos minutos en silencio hasta que finalmente algo dentro de mí se encoje.

-Espero que pronto.
-Llámale.

Una sonrisa de ironía cruza mi cara y me incorporo mirándolo con recelo.

-Oh ¿Cómo no lo había pensado antes? Espera un momento –meto las manos en los bolsillos de mi sudadera y después en los del pantalón- vaya… creo que he perdido mi Iphone.

Él me mira sin comprender y después su sonrisa se hace más amplia.

-Pero yo no –dice, y se levanta para después salir corriendo.

Me quedo allí plantada observando como Ian desaparece tras la puerta del bloque de la izquierda y tardo unos minutos en procesar lo que quiere decirme. Ese chico es realmente hiperactivo. Salgo corriendo tras él y me cuesta lo que parece toda una vida encontrar su habitación.


-Idiota –digo, resoplando al atravesar por fin la puerta.

Él alza la vista desde su cama y sonríe antes de tirarme un objeto sin avisar. Intento hacer uso de los pocos reflejos con los que Dios me ha dotado y sorprendentemente lo cojo antes de que aterrice en el suelo. Bajo la mirada y me encuentro con un teléfono relativamente nuevo.

-¿Qué…
-Tresh no es la única que puede conseguir objetos de contrabando –hace una mueca divertida.
-Ian… -murmuro- cada día me sorprendes más.


Sentada en los pies de su cama mientras él está distraído intentando lanzar algún tipo de diana dentro del objetivo en el interior de un videojuego yo acaricio las teclas con mis dedos y suspiro intentando preguntarme si debo o no hacer esa llamada. La tentación es realmente irresistible pero la última vez todo fue demasiado extraño. No sé si ha vuelto a intentar contactar conmigo pues el móvil de Tresh permanece muerto sobre el escritorio de nuestro cuarto, pero de cualquier modo las ganas de escuchar de nuevo su voz me pueden y aprieto los dígitos.

Cuatro toques después descuelgan.

-¿Diga? –murmura una voz al otro lado, e inmediatamente sé que no es él.
-Soy… -susurro, pero mi voz no logra salir de la garganta. Ian separa la vista de su juego al notar que el aire en torno a mí se enfría por el escalofrío que siento en la columna y alza los hombros para preguntar qué ocurre. Es la misma chica de la otra vez, y vuelve a tener su jodido teléfono. Dos respiraciones intensas después vuelvo a centrarme- necesito hablar con Justin.
-No está en este momento.

De repente siento un Déjà vu.

-¿Y cuándo está? –bufo, exasperada.
-Está muy ocupado, tiene una vida ajetreada y no tiene tiempo para llamadas prescindibles, así que si no es usted alguien que necesite ponerse en contacto con él urgentemente… debería llamarlo en sus horas de descanso.
-Ya.
-Soy Natalie –murmura impaciente- dame tu recado y te llamará después.
-No es necesario –suelto, y después cuelgo el teléfono.

Otra vez ella. La ira comienza a quemarme la cara y siento un ardor dentro del estómago. No sé por qué pero volver a escuchar la voz de esa mujer a través de su teléfono me hace querer ir hasta allí y gritarle un par de cosas. ¿Qué hace con su móvil? ¿Desde cuándo Justin deja que nadie toque su agenda?

-Eh, Sweden –me llama Ian incorporándose- ¿Qué pasa?
-Creo que Justin no va a venir –digo mirando fijamente al otro extremo de la habitación.
-¿Por qué?
-Porque ya ha encontrado a otra que responda a sus llamadas.

Sin poder evitarlo me levanto de un golpe y me llevo las manos a la frente. Estoy mareada. Tantos cambios de humor están volviéndome loca. Toda esta situación me está haciendo perder la cabeza. De repente necesito salir corriendo hacia ningún lugar y no parar en meses, tal vez en años.

Me dirijo hacia la puerta y cuando intento girar el manillar Ian aparece detrás de mí para impedírmelo.

-Apártate –murmuro- deja que me vaya.
-No hasta que me digas qué ha pasado.

Alzo la mirada para encontrarme con sus ojos y me doy cuenta de que están borrosos por las lágrimas que amenazan por correr por mi cara.

-Nada.

Intento abrir de nuevo la puerta pero él ejerce más fuerza sobre ella.

-Sweden –pide.
-Todo esto es muy raro Ian –susurro- han pasado semanas y no he sabido nada de él, creía que me estaba buscando, pero me doy cuenta de que está trabajando en su jodido… -de repente me doy cuenta de que estoy a punto de delatar quien es y decido evitarlo, no quiero dar más explicaciones- es igual.
-No, no lo es –dice, y baja su mano desde la puerta hasta la mía, que ahora tiembla.
-Dijo que iba a venir, pero en realidad ahora lo dudo seriamente. No tendría por qué, solo soy un estorbo. El tiene una vida perfecta y… chicas a su lado constantemente.
-No has respondido a mi pregunta.
-Lo que ha pasado es que las dos veces que he intentado ponerme en contacto con él me ha respondido una tal Natalie –digo su nombre con rabia- sé que es estúpido pero…
-Pero estás celosa.
-No…
-No significa nada Sweden, podría ser su abuela.
-No lo entiendes –suspiro- nunca deja que nadie responda a sus llamadas, su teléfono es privado. Que esa chica esté ahí significa que está con él –un nudo amenaza en mi garganta- siempre.

El aprieta mi mano y se inclina para darme un beso sobre la cabeza.

-Creo que estás sacando las cosas de quicio.
-No lo creo –murmuro, y me suelto de su agarre para salir de la habitación.



Tirada una vez más sobre la cama me maldigo por haber marcado esos números. Un montón de ideas desordenadas chocan una y otra vez contra el interior de mi cabeza amenazando con hacerla estallar y ya no soy capaz de intentar ponerlas en orden. Cierro los ojos e intento dejar la mente en blanco, pero quince minutos después alguien llama a la puerta con fuerza. Espero a que Tresh encuentre la llave bajo la losa de la derecha pero entonces caigo en que no puede ser ella. Está en clase de geografía. Me incorporo y abro para encontrarme con Ian.

-Déjame en paz Ian, estoy bien –espeto dándome la vuelta para volver a la cama.
-No es eso –dice- mi teléfono se ha vuelto loco hace diez minutos. No deja de sonar –lo lanza hacia mí y cae justo a mi lado sobre el colchón- tengo como treinta llamadas perdidas, es una locura.
-Apágalo –le pido, y se lo vuelvo a lanzar.
-De eso nada –bufa- podría estar esperando una llamada del presidente y perder la oportunidad de ser un gran pez gordo –el teléfono vuelve a sonar en su mano y me lo lanza por tercera vez- Cógelo.

Suspiro y me lo llevo al oído irritada.

-Qué –espeto al auricular, sabiendo quién es.
-¿Sweden?
-Sí.
-¿Qué ocurre? –parece nervioso.
-Nada.
-Has llamado.
-Solo quería hablar contigo pero estás muy ocupado –murmuro.
-Intenté llamar ayer pero ese maldito número no entraba en línea –dice, frustrado- ¿ha pasado algo?
-No, todo está bien –el estómago comienza a dolerme y lucho para mantenerme firme.
-Natalie me dijo que la misma chica del otro día llamó así que supe que eras tú y vine en cuanto pude.
-Oh, Natalie es muy atenta –digo, dulcemente.
-Swed ¿Qué pasa? –Murmura- ¿Algo va mal?
-Nada en absoluto, vuelve a tu trabajo.
-Escucha…

Cuelgo el teléfono e inmediatamente me siento como una idiota. No sé qué demonios estoy haciendo, pero no puedo evitar sentirme traicionada.

Me levanto para devolverle el teléfono a Ian, que me observa en silencio desde el otro extremo, pero mi mano vuelve a vibrar.

-Déjalo, Justin –pido, descolgándolo.
-Voy a ir a buscarte pronto ¿me oyes? –su voz suena tensa- solo espera…
-No es necesario –bufo, y al momento me arrepiento.
-¿Qué? –alza la voz al otro lado.
-No… no quiero… que vengas –arrastro las palabras.

Siento como mi corazón se encoje y me maldigo por dentro, pero esto es demasiado. Demasiado para todos. Nada saldrá bien aunque logre salir, ya no tengo a nadie y él…

-¿Qué estás diciendo, maldita sea? –grita ahora.
-Sé feliz, Justin.

Vuelvo a pulsar el botón rojo y después vuelvo a pulsarlo hasta que la pantalla se funde en negro.

-Lo siento Ian, pero creo que tendrás que mantenerlo apagado durante un buen rato –susurro, casi sin voz- si pierdes una llamada del presidente me encargaré de ponerme en contacto con él.

Paso a su lado y le meto el móvil en el bolsillo. Él abre la boca para decir algo pero al ver mi expresión vuelve a cerrarla. Le abro la puerta y él sale despacio.

-Sweden… -dice, dándose la vuelta para verme la cara, pero se encuentra con la puerta cerrada.


Todo es tan frustrante que ni siquiera sé cómo debo sentirme. Siento la necesidad de empezar a llorar pero mis ojos están secos. Necesito gritar pero mi garganta se resiste. Tengo deseos de dar patadas al suelo y salir corriendo, pero mis músculos no responden. Lo único que hago es dejarme caer sobre el apestoso y viejo colchón y cerrar los ojos dejando que la oscuridad inunde todo mi ser. No quiero pensar, no quiero ver, no quiero existir.


-Eh, chica nueva –me llama una voz familiar, y abro los ojos sintiendo los parpados como dos rocas pesadas- hora de los videojuegos.
-Paso –bufo, y me giro dándole la espalda.
-Lo siento pero no –se alza otra voz, es Ian- te vienes.
-Dejadme, maldita sea.
-Es casi de noche y llevas todo el día durmiendo, habíamos quedado ¿recuerdas? –Me golpea el hombro Tresh- Mark está esperando.
-Decidle que siga haciéndolo. Es el karma –suelto.
-¡Arriba he dicho! –grita Ian, pero sin una pizca de enfado en su voz- maldita Sweden, jugarás conmigo al Crash Spot y les daremos una paliza al equipo manta.
-Idiota, somos mejores que tú –espeta Tresh.
-Pero tengo a Swed –asegura Ian.
-No he jugado a esa basura en mi vida –gruño.
-Pues es hora de aprender- urge el chico, y se acerca a mí arrastrándome fuera de la cama.


Miro por novena vez el reloj que hay en la esquina derecha de la pantalla del maldito trasto. Son las once de la noche y llevamos dos interminables horas dándonos patadas y puñetazos virtuales. Mark y Tresh nos están dando una verdadera paliza y cada vez que muero y comienzo en el punto de partida, que es una larga cascada sobre un alto acantilado, vuelvo a tirarme al vacío para encontrarme de nuevo arriba.

-Maldita sea Sweden, trae tu culo hasta la granja –gruñe Ian tirado sobre su cama a mi lado.
-Estoy muerta.
-Nadie muere en este juego, pequeña –dice Mark divertido desde el otro extremo de la habitación- infinitas vidas.
-Pues eso es un coñazo –musito.

Treinta minutos más tarde Ian maldice a Mark por lanzarle un montón de estiércol sobre la cabeza y Tresh aprovecha para rematarlo con un ladrillo enorme. Yo sigo en el borde del acantilado lanzándome una y otra vez, pues aunque intentara llegar hasta ellos jamás conseguiría traspasar la carretera del nivel dos. Estoy a punto de dejar caer la consola al suelo sin querer queriendo cuando todos giramos la cabeza hacia la puerta al escuchar de repente un fuerte ruido en el exterior. Quedamos en silencio durante un momento y otro golpe sigue al anterior seguido de gritos y murmullos que rompen el silencio sepulcral del orfanato Drive Point.

-Esperad aquí –dice Tresh, y deja caer el trasto sobre el colchón para traspasar la puerta y cerrarla tras ella.
-¡Tresh! –grito, pero ha desaparecido.
-¿Qué ocurre ahí fuera? –pregunta Mark.
-Algo malo –asegura Ian mientras sacude la cabeza y reaparece en el punto de partida junto a la cascada.


Cinco minutos después la puerta se abre y Tresh entra a toda velocidad respirando entrecortadamente.

-¡Maldita sea! –Grita- ¡Hay una buena montada ahí fuera!
-¿Qué pasa?
-¡Un chico ha venido y ha golpeado a los dos hombres que había en la entrada cuando no lo han dejado pasar. Ha intentado que le dijeran donde está Hamilton y como no se lo han dicho ha comenzado a ir de pasillo en pasillo gritando…
-¿Hamilton? –Pregunta Mark distraído- ¿Quién es Hamilton?

Una punzada atraviesa mi pecho y me doblo ligeramente hacia delante buscando aire que pueda entrar en mis pulmones. La sangre se drena de mi cara y entonces comprendo lo que está pasando.

-Yo soy Hamilton –susurro- Sweden Jane… Hamilton.
-No… -Tresh se lleva las manos a la boca y sonríe- ¡Es tu hombre!

Mis manos comienzan a temblar e intento respirar pero he olvidado cómo hacerlo.

-Cielos santo –Espeta Ian, poniéndose de pie.
-¡Ve a por él, Tresh! –grita Mark.
-No será necesario, le dije que es mi compañera de habitación y…

Antes de poder acabar la frase la puerta se abre de par en par y una silueta se para frente a ella. Antes si quiera de alzar los ojos ya estoy completamente segura de quién es. Un chico alto y fuerte, nervioso y agitado por haber estado corriendo de un lado a otro, entrecierra los ojos por la falta de luz de la habitación y pasea la mirada desde una punta hasta otra, primero se posa en Mark, Tresh, Ian, quien está acostado a mi lado con su mano en mi rodilla y finalmente…

-Sweden… –susurra, y noto como sus labios se tensan al pronunciar mi nombre.
-Justin… -murmuro, pero no soy capaz de levantarme de la cama.
-¿Justin? –bufa Tresh mirándome a mí y después al chico repetidas veces sin poder creerlo- ¿Ese Justin, Sweden? ¿De verdad?
-Demonios –suelta Mark apartando por primera vez la mirada de la pantalla.

Justin atraviesa el umbral en silencio y camina hasta mi decidido, sus ojos se clavan en los míos y noto como me arde la piel con tan solo tenerlo delante. La respiración se hace más irregular a medida que se acerca y me obligo a mantenerme inmóvil para que no note el temblor de todo mi cuerpo. Él alza las manos para agarrarme pero en ese momento Ian se incorpora para interponerse entre nosotros.

-Espera –gruñe, y pierdo el campo de visión que es sustituido por la ancha espalda de Ian, que ahora está frente a Justin y él lo mira con recelo.
-¿Y tú quien eres? –gruñe.
-Quien ha estado con ella mientras tú te paseabas por ahí.
-No tienes ni puta idea, apártate –amenaza ahora Justin con la voz baja y firme. Por como pronuncia las palabras sé que está apretando la mandíbula y si lo conozco un poco… también los puños.
-No.
-Tú, pedazo de…
-¡Parad! –grito, al ver que Justin se echa hacia delante para encararlo.

Me levanto de un salto y me meto entre el poco espacio que queda entre ellos. Al hacerlo mi nariz roza por un momento la de Justin y éste cierra los ojos rápidamente apretando los labios. Respira y después vuelve a abrirlos. Ahora sus pupilas están dilatadas y me mira directamente a los ojos. Noto como Ian pone la mano sobre mi hombro desde detrás y sale para ponerse a mi lado pero en esta ocasión Justin no se mueve ni un solo milímetro. Sus ojos siguen perdidos en el interior de mis pupilas y por la proximidad de nuestros cuerpos puedo notar que está temblando.

-Swed –susurra, tan cerca que su aliento roza mi boca.

Intento coger aire pero estoy perdida en la miel de sus ojos, siento el calor de su cuerpo prácticamente contra el mío y sus labios se mantienen abiertos pidiendo que los sellen con un beso, sin embargo permanece inmóvil esperando mi respuesta.

Me obligo a reaccionar y retrocedo un paso. Él deja escapar un suspiro pesado como si de repente alguien le hubiera golpeado el estómago y sus ojos vuelven a cerrarse, esta vez de dolor por mi rechazo.

-Chicos… -susurro sin apartar la vista de Justin, pero consciente de que todos permanecen en el mismo lugar- ¿podéis salir?

Todos se mantienen en silencio un momento antes de reaccionar y entonces Tresh da un toque en el hombro de Mark, quien a su vez hace un gesto con la cabeza a Ian, quien no se mueve de su sitio.

-No.
-Ian…
-Sweden ¿Estás segura de que…
-Déjanos solos, por favor –le pido.


Él asiente y acompaña a sus dos amigos a fuera, yo no muevo un músculo hasta que escucho el sonido de la puerta, y entonces Justin abre los ojos, que ahora parecen dos tonos más oscuros que hace un segundo. 

{...

viernes, 4 de octubre de 2013

•"Tan solo una salida" {Capítulo 32}.

-Míralo por el lado bueno –sigue- si sabes que el sigue con su vida ahora tu podrás seguir con la tuya, solo olvídalo.

Otro pinchazo se clava en mi pecho y me retuerzo.

-Me estas pidiendo que olvide a alguien que me hacía olvidarlo todo.
-Duele –asegura- pero te acostumbras –frunzo el ceño y ella asiente- yo tuve que aprender a protegerme de quien mientras me traicionaba gritaba “¡Confía en mi!”.
-Justin no…
-Sí, lo hizo –murmura- por eso no merece que derrames una sola lágrima más por él. Y ahora métete en la cama, van a apagar las luces.

¿Las luces?

Miro a través de la ventana y veo que todo está oscuro. Debe de ser muy tarde, he vuelto a perder el día.

-Yo…
-Solo duerme –me pide- por la mañana todo será mejor.

Tresh extiende su brazo alrededor de mi espalda y me ayuda a levantarme. Me dejo caer sobre la cama y me quedo allí, inmóvil, hasta que todo se vuelve a quedar en silencio y me siento tan rota que ni siquiera encuentro la voz para gritar.


Abro los ojos y siento la oscuridad todavía caer sobre mí. Me giro y paso la mano sobre mi frente para eliminar el sudor frío. Estoy agobiada. Llevo demasiado tiempo pensando y noto mis pies temblar. No he dormido nada a pesar de que deben de ser sobre las cuatro de la madrugada. Me incorporo sobre el borde de la cama y miro al techo mientras siento que las paredes se hacen cada vez más pequeñas y me engullen.

Necesito salir. Corro hacia la puerta y tiro de ella, pero está cerrada.

Maldita sea.

Camino a tientas hasta la cama de Tresh y extiendo la mano para tocar su espalda.

-Tresh –la llamo en un murmuro- Tresh necesito salir –las manos comienzan a temblarme y la angustia se hace mayor- necesito salir de esta habitación –le pido.

Ella se da la vuelta y noto como suspira.

-¿Qué ocurre? –su voz suena espesa.
-Necesito salir a dar una vuelta –suplico- sé que tu sabes cómo abrir la puerta, te he visto hacerlo –estoy nerviosa- por favor, abre.
-Si te pillan fuera tendrás problemas Sweden, duerme.
-No puedo –mi voz es casi un grito- por favor.

Ella guarda silencio un momento y después se incorpora para rebuscar algo debajo de su almohada. Saca lo que parece ser una llave, aunque en la oscuridad no se ve gran cosa. Oigo ruido y un chasquido. Después la puerta se abre dejando pasar el rastro de luz apagado del pasillo.

-Vuelve antes de las seis ¿quieres? Si alguien te ve diré que me golpeaste hasta dejarme inconsciente. Me obligaste –bufa, y vuelve a la cama.
-Gracias –susurro- gracias Tresh.

Corro hacia afuera y una vez en el pasillo el frío me recorre los huesos. Olvidé ponerme unos zapatos. La humedad se huele en el aire y todo está terriblemente apagado. El silencio recorre los pasillos y las sombras se apoderan de las paredes, pero el espacio es grande y yo inspiro fuertemente dejando correr por mis pulmones algo de vida. Comienzo a caminar en silencio intentando recuperarme del ataque de pánico de ahí dentro. Atravieso el pasillo principal y entro en otro más pequeño, dos más y salgo a un jardín en el que no había estado nunca. Esta parte es desconocida para mi, aunque en realidad todo lo es puesto que no vi más que el comedor y mi propio cuarto. Busco a tientas hasta toparme con un banco de piedra y me siento con cuidado. Al mirar hacia arriba el cielo negro se extiende ampliamente y las estrellas desaparecen cuando clavas los ojos en ellas. Las paredes del orfanato corren hacia arriba hasta gran altura dejando ver pequeños balcones que acaban orientados al jardín. Podrías subir las escaleras y asomarte desde uno de los pasillos más altos para ver el banco en el que estoy sentada del tamaño del tapón de un bolígrafo. Vuelvo a respirar el aire fresco y paso en la oscuridad la mirada a través de los distintos balcones. Realmente esto es relajante. Sigo mi recorrido hasta parar de golpe al notar algo. Una mancha parece asomar de uno de los bloques de la derecha, ese es el ala de los internos varones, hago más aguda la visión y entonces me doy cuenta de que la mancha es una persona y que prácticamente todo su cuerpo está fuera de la barandilla.

-Mierda –susurro, y salgo corriendo hacia la entrada del edificio masculino.

La adrenalina ha vuelto a mi cuerpo y corro escaleras arriba sin tener ni idea de que hacer hasta encontrar la planta que creí ver como la sexta cuando conté el número de balcones. Salgo a un pasillo y este me lleva a otro hasta notar de nuevo el aire. Salgo a un tramo exterior en el que la pared de la izquierda da a la oscuridad de la noche y una barandilla te separa de la distancia al suelo, la cual no es obstáculo para la figura que diviso al final del pasillo.

Corro como si realmente pudiera impedir que ese chico salte y me paro en seco cuando llego a su lado y reconozco su cara. Veo una cicatriz tenue a través de la luz que entra de lado que ocupa desde su oído hasta la parte de abajo del cuello, y entonces sé quien es.

-Ian –murmuro a unos metros de él, ahora se ha girado ante la sorpresa pero sigue sentado sobre la barandilla con el cuerpo hacia afuera- Ian ¿Qué estás haciendo?

Espero su respuesta pero no llega, en vez de eso baja la mirada hasta el suelo, seis plantas más abajo, y suspira pesadamente.

-Ian, baja de ahí –susurro, y comienzo a andar hacia él, que extiende un brazo hacia mí para que me detenga- por favor –le pido- no hagas nada.

El vuelve a suspirar y cierra los ojos, cogiendo aire y se pone en posición para saltar al fondo.

-¡Espera! –grito, tan fuerte que deseo que alguien haya podido escucharme y venga- Ian… -mi mente abarrotada de ideas y angustia se pone en marcha para intentar ganar tiempo, pero sé que no servirá de nada- No te conozco desde hace mucho ¿sabes? Pero sé cómo eres –murmuro, y él vuelve a abrir los ojos para encontrarse con los míos- sé que eres inseguro, se que te han hecho daño hasta romperte –un nudo ocupa mi garganta y peleo para deshacerlo- sé que sientes que todo está perdido y que no hay más salida, que no sirve de nada pelear por algo que no está ahí al fin y al cabo –él hace una mueca y entonces sé que me escucha- sé cómo es sentirse tan hecho pedazos que ya ni siquiera te importa si te levantas un día más. Sé lo que es el no ver futuro, y también sé lo que es estar donde tu estas ahora –la voz me tiembla e intento mantener la calma mientras cuento mi propia historia- yo estuve ahí, estuve como tu estas ahora. Lo intenté –me estremezco ante el recuerdo- intente dejarlo todo y abandonar. Desperté en el hospital días después y ¿sabes qué? –él aprieta los labios hasta que se forman dos finas líneas sobre ellos y me mantiene la mirada- que cuando abrí los ojos y vi que seguía viva di gracias a Dios por darme otra oportunidad –siento que voy a vomitar- comprendí que es una estupidez querer quitarte la vida cuando vas a morir tarde o temprano, que la vida no es fácil pero que siempre hay alguien que quiere cogerte la mano para que no saltes, abrazarte y decirte que todo va a estar bien y saldréis de esta. Vamos Ian, déjame ayudarte –él se queda inmóvil y siento que lo he perdido- por favor.

Y ahí me encuentro yo, intentando salvar a alguien cuando ni yo misma puedo salvarme. Es curioso como das consejos y ni tú misma los aceptas. Acorto nuestra distancia y avanzo hasta plantarme justo a su lado, extiendo mi mano y rezo para que decida cogerla. Sostengo su mirada y entonces él hace un movimiento. Al principio creo que va a soltarse pero después su brazo corre hacia mí y noto sus dedos fríos sujetar los míos. Pasa una pierna y después la otra a través de la barandilla. De un salto aterriza en el suelo y yo suspiro haciendo que mi alma vuelva a entrar en el cuerpo.

-Gracias –susurro.

El me observa con una extraña mueca en la cara y sé que es de incredulidad, también sé que está pensando por qué precisamente yo he corrido descalza seis plantas y me he acercado al borde para agarrar su mano, sé que está pensando en por qué alguien querría ayudarlo si ni el mismo acepta su propia ayuda. Una inmensa sensación de paz me inunda por dentro por haber podido salvarle a la vez que angustia por pensar qué le habrá llevado a querer saltar, y entonces sé cómo se sintió Justin al encontrarme tirada en el suelo aquel día. El pecho vuelve a dolerme y siento que voy a derrumbarme justo cuando Ian avanza hacia mí y de repente me veo entre sus brazos. Me abraza tan fuerte que siento mis costillas estremecerse, pero no me muevo. Estiro mis brazos para rodearlo y sé que es su forma de decir que todo está bien. Le escucho sollozar sobre mi hombro pero no digo nada, hace más fuerte nuestro agarre y unos minutos después, lo que se siente como una eternidad, se separa para mirarme a los ojos. Ahora su expresión es de calma.

-Creo que deberíamos volver a la cama –alzo la vista al cielo y veo que comienza a ponerse más claro- está amaneciendo.

El asiente y hace un amago de lo que parece una sonrisa. Toca mi hombro y después se da la vuelta para desaparecer. Observo en silencio como se aleja y dudo en acompañarlo a su habitación para asegurarme de que no volverá corriendo para lanzarse de cabeza, pero finalmente decido dejarlo estar y regreso a hurtadillas hasta mi cama.



Alguien está tocando mi hombro cuando abro los ojos después de lo que creo que son tan solo unos minutos, pero al mirar a través de la ventana veo que el sol brilla allí fuera.

-Buenos días chica nueva –dice animada Tresh, sentada en el borde de mi cama.
-Creo que he dejado de ser nueva –murmuro.
-¿Qué tal tu paseo nocturno? –pregunta, y de repente imágenes dispersas vienen a mi cabeza como una película a cámara rápida. Trago saliva y me incorporo para dirigirme al baño.
-Bien –murmuro desde dentro- solo necesitaba salir para aclarar mis ideas.


Al entrar en el comedor ocupamos nuestra habitual mesa con una excepción. Ian no está en ella. Mark ya está engullendo sus cereales y nos saluda con un movimiento de cabeza. Tras recoger nuestra comida Mark comienza su monologo y yo le doy un sorbo a mi zumo de fruta mientras clavo la mirada en la puerta para observar quien entra y sale.

-¿Dónde está Ian? –comenta Tresh despreocupada.
-Lo llamé esta mañana pero quiso seguir durmiendo –asegura Mark- no creo que venga hoy.

Y acto seguido, como si le hubiera escuchado, Ian hace su aparición en el comedor, camiseta blanca y pelo despeinado, para dirigirse a su sitio y saludar con un asentimiento.

-Hablando del bello durmiente –bufa Mark.

Él hace una mueca y gira la cabeza en mi dirección. Nuestros ojos se encuentran y de repente me siento incómoda. ¿Cómo se supone que debo reaccionar después de haber evitado que un chico se haga puré en el asfalto? ¿Un “hola” está bien? ¿Tal vez un “¿Qué tal has dormido? ¿Te alegras de haber despertado en tu cama y no con el cráneo esparcido por el jardín?” me decido por un saludo simple y asiento en su dirección en respuesta.

-Y bueno, ¿Cómo has dormido después de tu escapada nocturna? –Espeta Mark en su dirección- ¿tienes a alguna niñita del pabellón B siguiéndote el rastro y no nos lo has contado?

El baja la mirada y se limita a ignorarlo.

-Sweden también decidió dar un paseo ayer de madrugada –interviene Tresh- parece que ahora está de moda.

Mark me dedica una mirada sucia y después la pasa a Ian, que intensifica su mirada dura en una mueca de desprecio para hacerle olvidar lo que está pensando.


Más tarde, Tresh decide ir a arreglar unos asuntos con sus contactos para hacerse con más ropa y unos cascos nuevos así que yo decido abandonar el comedor y atravieso el pasillo con la cabeza baja y la mente en otro sitio cuando alguien se para frente a mi y nos chocamos de lleno. Alzo la vista y me encuentro con Mark y su sonrisa intensa.

-Eh, preciosa –dice alegre- ¿ya te vas?
-Eh… si –contesto, intentando seguir mi camino, pero él me corta el paso.
-¿Por qué no vienes a dar una vuelta?
-No, gracias –le digo.
-Vamos –da un paso hacia mí, de forma que nos encontramos molestamente a demasiada poca distancia- he sido paciente, pero ya es hora de que nos divirtamos un poco ¿no? –sonríe, sucio.
-Mark –me alejo dos pasos hacia atrás- no estoy de humor.
-Nunca estas de humor –bufa- pero yo puedo arreglarlo.

Éste vuelve a acercarse y coloca su mano sobre mi cintura atrayéndome sobre su cuerpo.

-Para –le aviso, pero rodea mi espalda con la otra mano y hace fuerza acercando su cara a la mía- he dicho que pares –espeto.
-¿Por qué te resistes tanto? –murmura.
-¿Qué coño estás haciendo? –alzo la voz, perdiendo la paciencia.
-Vamos, he estado lanzándote indirectas todo el tiempo –su sonrisa se hace más amplia y clava sus dedos en mi cadera- y tú me las has devuelto.
-¿Qué yo qué? –Bufo- apártate.

Intento zafarme de su agarre pero él me empuja contra la pared, apoyándose sobre mí e inmovilizándome. De repente siento que me falta el aire y mi cabeza vuela tiempo atrás hasta detenerse en Scott, pero esta vez Justin no está para protegerme, y eso hace que el corazón me dé un vuelco.

-Déjame que te enseñe lo que es pasarlo bien aquí dentro –sus ojos pasan de mis ojos a mi boca y después bajan hasta mi pecho- haré que cambies esa cara.
-¡He dicho que me sueltes! –me retuerzo contra el para echarlo a un lado, pero es inútil. Maldita sea.
-¿Por qué no… -comienza a decir, pero alguien lo agarra por detrás como un muñeco de trapo y lo echa a un lado.
-Ha dicho que la sueltes, idiota –dice una voz ronca, y por alguna razón escucho a Justin en mi cabeza, aunque sé que es imposible. Al principio no la reconozco, y entonces sé que es porque nunca la he escuchado antes. Alzo la vista y veo a Ian, que mira fijamente a Mark a su lado- deja de ser tan baboso –espeta.

Paso la mirada hasta Mark, que tiene la mandíbula desencajada por la sorpresa y los ojos perdidos. Ian me hace un gesto y yo lo sigo por el pasillo, dejando atrás al chico inmóvil y entrando al jardín, que ahora está lleno de luz y deja pasar algunos rayos de sol desde lo alto de los muros. Ian toma asiento en uno de los bancos  y yo le imito, aún sin saber muy bien por qué me ha traído aquí. Él me mira y después coge aire antes de clavar la vista en sus manos.

-Oye –comienza, y duda antes de seguir- solo quería darte las gracias por lo de anoche –su voz es ronca pero suave- y por no decir nada.

Le miro durante un momento sin saber cómo reaccionar ante el hecho de estar oyéndole hablar después de tanto tiempo, realmente creía que era mudo e intento buscar las palabras correctas.

-De nada –murmuro- te vi allí y…

El asiente y dejo la frase en el aire.

-¿Qué hacías, de todas formas, sola en los pasillos a esas horas?
-No lo sé –susurro- estaba agobiada, no dejaba de pensar y necesitaba salir.
-Puedo notar que no eres así –murmura.
-¿Cómo? –su afirmación me pilla de sorpresa.
-Así –repite- como eres aquí dentro. Tengo la sensación de que fuiste alguien feliz.
-Bueno… he tenido mis momentos.
-Y adivino que esos momentos te los dio alguien en concreto –asegura- y que por eso ahora te sientes tan vacía.

Demasiado directo para ser alguien que no habla demasiado.

-No… -susurro, pero ambos sabemos que está en lo cierto.
-No voy a obligarte a nada como nuestro amigo Mark –hace una mueca- pero ahora que sabes que no soy mudo –sonríe, es la primera vez que le veo sonreír- puedes contarme lo que sea.

Guardo silencio un largo tiempo, meditando en si realmente quiere escucharme o si solo se siente en deuda conmigo. Finalmente opto por una respuesta sin demasiados detalles.

-Siempre hay alguien –digo- esa persona que te hace sentir bien. Y luego descubres que se acabó porque lo que teníais no era tan único y especial.

El pecho comienza a dolerme porque aún no quiero admitir que Justin y yo hayamos acabado como empezamos, siendo dos perfectos desconocidos. Quiero agarrarme a un clavo ardiendo y pensar que de repente pasará algo y volveremos a estar juntos como otras veces, que podemos seguir superándolo todo porque realmente yo seguiría dando mi vida por él una y mil veces más, pero él…

-¿Puedo decirte algo? –Murmura- tal vez no te guste.
-Adelante.
-Creo sinceramente que si alguien te quiere busca la manera de poder estar contigo, así de simple. Sea lo que sea. Lo hace.

No es tan fácil cuando esa persona es mundialmente conocida y puede tener a quien desee, mientras que tú no eres nadie. Y mil alfileres se clavan en mi estómago.

-Puede que tengas razón –suspiro.
-También pienso que toda una chica debe saber que no necesita en su vida a quien no la necesita en la suya –explica- por lo que nadie merece que pierdas las ganas de vivir.

Su mirada se clava en la mía y entonces comprendo lo que quiere decir. Pero también sé que me costará la vida.

-Gracias –murmuro- pero debería ser yo quien estuviera tratando de darte consejos ¿no crees?
-No –dice sin más- yo estoy bien.
-Ian…
-De verdad que lo estoy –asegura, pero sé que no es cierto.

Y ahí me encuentro a mi alter ego, a alguien totalmente idéntico a mí, que esconde sus sentimientos e intenta hacer creer a todos que es fuerte aunque esté ardiendo por dentro, a quien prefiere ayudar a que lo ayuden, pero necesita el más grande de los apoyos.


Tras una charla con Ian y su nueva voz encontrada regreso a mi habitación con una sensación extraña, que nada más traspasar la puerta desaparece para ser ocupada por la angustia de nuevo. Tresh aún no ha llegado por lo que tengo otro rato para estar sola y meditar. Me tiro sobre la cama con los brazos tras la cabeza y miro al techo examinando cada grieta que lo atraviesa por el duro cemento. Hasta la superficie más dura acaba rompiéndose. Cierro los ojos y permito que mi mente recupere una selección de recuerdos felices, los que guardo en mi rincón especial. Con él. Dejo pasar las imágenes por mi cabeza una a una. Justin y yo paseando. Justin y yo tomando un helado. Justin y yo viendo una película. Justin y yo sobre el césped. Justin y yo peleando por cosas tontas. Justin y yo simplemente tirados sobre la cama. Justin y yo. Juntos. Al fin y al cabo.

Un sonido molesto interrumpe mis pensamientos y deseo que explote en mil pedazos sea lo que sea. El ruido se hace más insistente y distingo una melodía. Música. Una sonrisa se deja ver por las comisuras de mis labios porque llevo demasiado tiempo sin escucharla, y todo porque en este estúpido sitio no permiten aparatos electr…

¡Mierda!

Salto de la cama casi perdiendo el equilibrio y corro, corro hacia el aseo siguiendo la melodía, y corro lo más deprisa que puedo, y más, más porque sé lo que es, más porque sé quien está haciéndolo sonar. Entro precipitadamente y agarro el teléfono llevándomelo a la oreja con miedo porque deje de sonar. Descuelgo y de repente los nervios me juegan una mala pasada y me quedo sin voz para responder.

-¿Hola? –dice una voz al otro lado- verá, le parecerá una tontería pero… -demonios, yo reconozco esa voz- hace poco llamaron a mi teléfono y contestó otra persona –la sangre se drena de mi cara y contengo la respiración- el caso es que estaba esperando tener noticias de alguien y la chica no dijo cómo se llamaba –intento no desmayarme y entonces noto que su voz está tensa, cojo aire y le siento rígido al otro lado, nervioso, y puedo ver como su voz tiembla- solo… solo querría saber quién llamó para…
-Justin… -es todo lo que puedo responder, y mi susurro atraviesa la línea provocando que su voz se detenga de inmediato y suelte un largo suspiro entrecortado.
-¿S-Sw…Sweden? –él tartamudea al otro lado y noto como contiene el aire sin creer lo que está escuchando.
-Justin –repito ahora, aún sin fuerza- Justin soy yo.

Y sin poder evitarlo, sin saber por qué, las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas y corren hasta mi cuello. Lágrimas de algo, un sentimiento que no logro averiguar.

-¡SWEDEN! –Grita, tan fuerte que tengo que separar el teléfono de mi cara por el espasmo- dios mío –ahora su voz tiembla de verdad- demonios, ¿eres tu realmente? ¿Sweden? Háblame.
-Soy yo Justin, soy Sweden –me llevo la mano a la boca y contengo un grito de emoción- no puedo creer que esté hablando contigo –susurro- oh Justin…
-Gracias al cielo –exclama, y lo noto ir de un lado a otro por alguna habitación- no sabía si podría volver a… joder Sweden, desapareciste, pensaba que ya no volvería a verte, solo necesitaba… yo… tenía que… rogué al cielo poder hablar contigo una vez más pero… y tu… intenté…
-Justin, Justin –intento calmarle- lo siento.
-¿Qué? –espeta, sorprendido.
-Siento… todo esto –susurro- lo siento.
-Definitivamente eres mi pequeña –ríe amargo- echándose la culpa por todo lo que no está en su mano, incluso por el hambre en el mundo –podría adivinar que en ese momento una lágrima recorre su mejilla, pero no estoy segura.
-Justin, yo…
-Vale –me corta, y su voz se torna dura- dime donde demonios estás.

Su respuesta me pilla desprevenida. Es el Justin frío.

-¿Por qué? –logro decir.
-Sweden –me llama, y escucho mi nombre salir dulce a través de sus labios, como solo él puede hacer- necesito que me digas dónde estás, ahora.

¿Él no lo sabe?

-Estoy en… en el orfanato –suspiro angustiada- en el orfanato Drive Point a las afueras de la ciudad.
-Maldita sea –espeta- voy a por ti.
-¿Cómo?
-Voy a ir a por ti, no sé cómo pero lo haré –su voz suena amenazadora, sé que está tenso de nuevo- he estado buscándote desde que saliste por aquella maldita puerta y ahora no van a impedirme que te lleve conmigo.
-Pero Justin…
-Volveré a llamarte, te quiero –murmura- espérame nena.

La llamada se corta y yo me quedo con su nombre en el borde de mis labios. Inmóvil y sin poder moverme mil preguntas me vienen a la cabeza. Mil contradicciones, todo muro en mi cabeza se derriba y siento que los pensamientos me ahogan. ¿Qué acaba de pasar? ¿Qué…

-¿Sweden? –Grita Tresh cerrando la puerta detrás de ella- ¿estás aquí?

Mis ojos mirando a la nada, mi boca entreabierta por la palabra que no pude llegar a decir, la respiración entrecortada, el pulso a mil por segundo y cada centímetro de mi cuerpo temblando por haber vuelto a escuchar su voz.

-Estoy aquí –musito, tan bajo que ni siquiera yo puedo escucharme.

Necesito unos segundos para volver a recuperar la movilidad de mi cuerpo y entonces me abalanzo fuera de la habitación, asustando a Tresh de tal manera que salta sobre su cama con un grito ahogado.

-¡Maldita sea! –Espeta- ¡Se te ha ido la cabeza! ¡Me asustaste!

Aún sin creer lo que acaba de pasar, levanto las manos en el aire para captar su atención. Necesito decir esto en voz alta.

-Me ha llamado –suelto, lentamente cada palabra- Justin me ha llamado, y estaba ahí, estaba… llorando.
Ella abre los ojos y se deja caer sobre la cama con las piernas cruzadas y dejando salir un suspiro por entre sus dientes.
-Vaya, realmente te has vuelto majara –dice- tendremos que buscarte un loquero.
-Escúchame Treshboth –me acerco hasta ella y cojo sus manos- me ha llamado de verdad –ahora intento asimilarlo todo- estaba en la cama y comencé a escuchar un sonido, ese sonido era el teléfono –respiro lentamente- al principio creí que era la radio pero entonces recordé que no tenemos radio –bufo- y era él.
-Pero… ¿Cómo?
-No lo sé –aseguro- pero dijo que le esperara.
-¿Esperarlo? ¿Para qué?
-Dijo… -susurro- dijo que vendría a por mí.

Ella niega con la cabeza tan desconcertada como yo.

-Pero es imposible, aunque viniera… él no podría entrar. No lo dejarían. Hay mucha seguridad aunque esto parezca cutre. Y además una vez dentro… ¿Qué haría? ¿Sacarte por la ventana? –bufa.
-No lo sé –sonrío- pero tampoco me importa. Él no me ha olvidado.


Esa noche no puedo dormir. No consigo mantener los ojos cerrados más de dos minutos, pero por primera vez me siento bien, me alegro de no poder hacerlo, porque el motivo es que pude escuchar su voz. Y me dijo te quiero de esa forma tan suya que hace que se te erice todo el bello y sientas electricidad en la columna vertebral. De esa forma tan suya que cambia de ánimo y sigue sonando tierno, de esa forma tan suya que te devuelve la vida en menos de dos segundos aunque hayas estado muerta semanas, de esa forma tan suya que con tan solo suspirar te hace querer comerte el mundo. Porque sigue aquí. A pesar de todo.


Despierto con el teléfono pegado al pecho y me incorporo inmediatamente aún sin ni siquiera ver bien, rozo el botón para desbloquear y espero a que la pantalla se ilumine para ver si hay alguna llamada perdida, pero no lo hace.

Maldita basura.

Vuelvo a presionar el botón y la pantalla sigue apagada.

-¡Tresh! –grito, y ella abre los ojos con un espasmo.
-¿Qué? –me mira asustada.
-¡Este trasto no se enciende! –Espeto- ¡está muerto!
-Maldita sea Sweden ¿Qué hora es?
-Podría decírtelo si esto cobrara vida –la miro- pero no lo hace, por eso te despierto.
-Se habrá quedado sin batería –murmura, y vuelve a dejarse caer.
-Pues pide un cargador.
-En realidad ya debería haber devuelto el teléfono, voy a tener problemas –espeta- y de todas formas no podrá volver a llamarte –asegura- ni siquiera sé cómo pudo hacerlo antes.
-¿Qué?
-Ese teléfono está trucado para que el número no quede grabado y tampoco pueda recibir llamadas, se usa en todo el orfanato –suspira- es la moneda de contrabando y cambian a menudo la tarjeta.
-Pero él…
-Lo sé –se gira, dándose por vencida, pues sabe que no va a volver a dormir- por eso me pareció extraño, claro que con conocimientos y un buen hacker…
-Ryan –susurro.
-¿Qué?

Justin le pidió a Ryan que rastreara el número porque esa chica le dijo que alguien había llamado preguntando por él, y sabe que el número al que llamé  solo lo tiene su familia y… yo. Así que al ver el contacto desconocido… estoy segura de que él estaba atento a cualquier pista, dijo que me buscó todo el tiempo.

-Nada –finalizo- ¿tienes hambre?

-En realidad tengo sueño –espeta, y se da la vuelta tapándose la cabeza con la sábana. 

-------------------------------------------------------------------------------------------
RT aquí si leíste el capítulo de 'tan solo una salida'. Espero que os haya gustado. Gracias.